El «Pozo do Inferno» es una preciosa caída de agua cerca de la frontera con Portugal, más concretamente entre A Cañiza y Crecente (provincia de Pontevedra). ¿Qué nos llevó hasta allí? Pues aparte del proyecto de este blog y fotografías de Anna, explicado en el apartado «¿Quiénes somos?«, esta vez buscábamos un sitio nuevo al que ir a pasar todo el día y que no estuviera a merced del sol abrasador que se esperaba, y del consecuente calor. Nos decidimos por este enclave porque no sólo tiene esta caída de agua, sino una playa fluvial y un sendero, que hacía más apetecible la opción de domingueo.
Nuestra opción fue ir primero al «Pozo do Inferno» para verlo y después a la playa fluvial a comer. Para llegar al salto de agua en coche tendremos que coger la carretera general hacia Crecente y, si estamos atentos, antes de llegar al núcleo de Mandelos veremos una indicación a un lateral de la carretera, donde se ensancha para luego dar paso a una carretera estrecha que desciende.
Si vais a visitarla en un solo coche os podéis aventurar y seguir por allí, pero si os desplazáis en varios vehículos nuestro consejo es que los dejéis aparcados en ese ensanche y hacer el tramo andando (alrededor de 10-15 minutos), o bien dejar los coches en algún pequeño ensanche lateral que encontramos al poco de iniciar esta carretera estrecha. Seguimos bajando hasta que nos encontramos un letrero indicando el mirador, y otro indicando el «Pozo do Inferno» (este último en el suelo medio roto), veremos que allí sólo tenemos espacio para dejar uno, o como mucho dos coches.

Nos encontramos con un primer mirador de madera desde el que podemos ver como discurre el río Ribadil (afluente del río Miño) antes de su impresionante caída. Bajamos por unas escaleras que nos llevan hasta un viejo molino en ruinas, al lado del cual podremos acceder a la fervenza para verla en todo su esplendor. El sonido inconfundible del agua en su caída nos guía hasta que nos vemos prácticamente debajo, en donde nos podremos refrescar (con cuidado) o sentarnos en una de sus rocas para disfrutar de una relajación absoluta acompañados de estos mágicos sonidos que nos regala la naturaleza, incluso una pequeña cueva para dar, si cabe, todavía un toque más místico al enclave. Es muy curisoso el cambio de temperatura cuando uno está allí abajo, algo que se agradece en días de mucho calor.
Y todavía nos quedaba una sorpresa más, siguiendo la bajada después de las escaleras de madera, accedemos a un mirador que sobresale quedando suspendido en el cañón que marca el río Ribadil después de su caída, desde donde podemos ver más alejados el «Pozo do Inferno» y la majestuosidad del paisaje que nos rodea.
Tras quedarnos prendados del lugar, nuestra opción fue coger de nuevo el coche, y al llegar a la carretera general, seguir en dirección contraria al pueblo de Mandelos, y al cabo de muy poco encontraremos un letrero que nos marca «Sendeiro de Ribadil», y otro mucho más pequeño y difícil de ver por estar entre la vegetación que nos indica «Playa fluvial de Mandelos» (lo mejor es que os guiéis por la primera). Siguiendo la indicación llegamos a la playa fluvial, una pequeña zona de tierra, hierba y comienzo de arboleda, con una escalera y una rampa a la zona de río. En su momento puede ser que estuviera bastante mejor, ya que ahora se ve abandonada, con un viejo mecanismo de compuertas y los restos de un trampolín que ahora mismo sería un sinsentido, ya que el río tiene poco cauce en esa zona, pero bueno, lo suficiente para poder refrescarse, y muy cómodo para estar con niños (siempre hay que mirar el lado positivo).
Después de refrescarnos y sentarnos en una zona de hierba con unas toallas para comer, decidimos hacer al menos un tramo del «Sendeiro de Ribadil», ya que con el calor, la hora a la que lo empezábamos y los niños, ya no disponíamos del tiempo suficiente para realizarlo en su totalidad. En algunos sitios buscando dicha ruta especifica que tiene alrededor de 21 kilómetros y comienza en A Urxeira, si bien en otros habla de una ruta circular de alrededor de 9 kilómetros que inicia en A Ponte; este último lo llaman «Sendeiro do Vilar», y buscando información incluso llega a aparecer que son el mismo sendero. Nosotros como estábamos en la playa fluvial nos decantamos por comenzar desde allí el sendero (a pesar de una señal en el margen izquierdo que indicaba también un inicio del sendero por allí, pero menos practicable y pasando un puente de madera que no daba ninguna garantía de estabilidad).
El sendero por ese margen es precioso, enseguida nos adentramos de lleno en la naturaleza siguiendo el sonido del río, que nos acompañaba siempre cerca. Constantes rápidos, saltos de agua y atractivas zonas en donde el río está tranquilo para bajar a refrescarse, hacen de este camino una ruta muy llevadera. Nos vamos encontrando viejos molinos que todavía se erigen peleando para mantenerse por encima de la vegetación, recordando un tiempo en el que eran los verdaderos protagonistas de la zona. Mientras subimos y bajamos pendientes, las más notables con escaleras de madera que facilitan y acomodan considerablemente el paso, podemos disfrutar de un entorno de cuento, de un bosque lleno de árboles centenarios, grandes helechos que llenan el margen del río y una vegetación con tantos tonos verdes y marrones que parece pintado en un lienzo.
En un tramo intermedio antes del Ponte Noceifas, nos encontramos con dos saltos espectaculares de agua, en el primero no dudamos en descender para fotografiarlo un poco más cerca, y en el segundo (al lado de uno de los molinos) dejamos nuestras cosas y nos refrescamos, ya que el acceso es cómodo y nada peligroso, un verdadero lujo para los sentidos, perdidos en el medio de la nada, con el sonido del agua cayendo con fuerza acompañando al de las ramas de los árboles y pájaros de la zona, como si estuviéramos en otro mundo, la verdadera magia de Galicia que podemos encontrar en multitud de rincones a nuestro alcance.
Ya más fresquitos nos dirigimos hacia el Ponte Noceifas, un puente de un solo arco en forma de «V» invertida, de los siglos XVII-XVIII, que se mantiene erguido, medio cubierto por musgo, que si cabe lo hace más bello. Lo atravesamos, pisando sobre piedras que esconderán mil historias, para llegar a la otra orilla. Allí es donde decidimos regresar a nuestro punto de partida, esta vez por el otro margen del río, algo que desaconsejamos totalmente por como está en la actualidad. Si que es muy bonito por la vegetación existente y por una canalización de agua que acompaña casi todo el recorrido, pero en este margen todo está mucho más abrupto y abandonado, teniendo que abrirse paso entre la maleza, toxos y silvas para poder continuar andando (horrible para los niños). También hay una zona en la que está todo talado y despista bastante en el sendero a seguir (si elegís venir por este camino tenéis que seguir por arriba acompañando la canalización). No hay tantas escaleras de madera que ayuden a en determinados tramos (sólo hacia el final) y nos encontramos varias zonas en las que baja el agua y se convierten en fangosas y con más dificultad (suponemos que en invierno este margen del río es mucho más complicado porque la cantidad de agua que baje añadirá un reto extra), además de contínuos pequeños precipicios que si no pisas con cuidado nos podrán acarrear un buen susto. Nosotros sabiendo todo esto habríamos vuelto de nuevo por el otro margen, ya que además la vista al cauce del río es contínua y más directa.
Volviendo por el margen izquierdo como hicimos, al llegar a la playa fluvial de nuevo, si uno no quiere pasar por el puente de madera medio destartalado (no recomendable) hay que quitarse el calzado y atravesar andando por el río (que como ya comentamos antes tiene poco caudal) para llegar a la otra orilla.
Llegamos al final de la tarde con ganas de volver otro día (con más tiempo y menos calor) y poder hacer la ruta larga que une los dos lugares a los que fuimos y algunos más que no pudimos ver, y que (por supuesto) os lo contaremos aquí para animaros a visitar este y otros muchos enclaves de nuestra Galicia más desconocida.

COORDENADAS: N 42º 09.495´ W 8º 13.495´ (Pozo do Inferno)
N 42º 10.015´ W 8º 14.082´ (Playa Fluvial de Mandelos)
ACCESO: Fácil y medianamente señalizado
DIFICULTAD: Baja (menos si se quiere realizar la ruta que es media)
ADAPTADO: No (accesos y pasos por escaleras)
NIÑOS: Sí
PERROS: Sí