La semana pasada Anna estuvo de cumpleaños y, como es habitual, aprovechamos para hacer una escapada de fin de semana los dos juntos (media escapada a sabiendas de ella y media como parte de una sorpresa). Por varios motivos que teníamos pendientes decidimos ir a la provincia de A Coruña, y hoy os lo contamos en esta entrada de «Descubriendo tesoros de A Coruña» por si os apetece visitar algún lugar (o varios).
Marchamos hacia A Coruña el viernes por la mañana, y nuestro primer destino (para canjear un regalo que teníamos desde hace meses) fue ni más ni menos que el restaurante Árbore da Veira, comandado por el grandísimo chef Luis Veira.
El enclave es alucinante, ya que se sitúa en lo alto del Monte de San Pedro, con unas vistas espectaculares hacia la ciudad de A Coruña y hacia el mar, que podremos seguir admirando en el interior del restaurante a través de sus ventanales. Estas vistas vienen acompañadas del sorprendente sabor de los platos y los vinos con los que magistralmente maridan los menús que ofertan y que el sumiller describe con todo lujo de detalles; y siempre con la posibilidad de voltear la cabeza y ver a los chefs (incluido Luis Veira) marchando las comandas gracias a su cocina abierta al salón.
Un trato personalizado exquisito, un servicio de diez, unos platos que te hablan de la Galicia de siempre pero con aires renovados (y muy acertados en el sabor y en el orden para servirlos) y un largo etcétera que hacen de este restaurante una experiencia única que repetiremos sin lugar a dudas. ¡Ah! y resolvemos una duda a la pregunta de siempre con este tipo de restaurantes: aquí se come muy bien y quedas lleno, y os lo decimos nosotros que somos de comer abundante.
Tras un paseo por el Monte de San Pedro y con el estómago bien lleno, pusimos rumbo hacia Tufións-Cereixo, al lado de Vimianzo, para llegar a la casa rural donde pasaríamos la primera noche. Después de transitar carreteras inmersas en bosques autóctonos y pasar la ciudad de Vimianzo, inconfundible por su castillo, llegamos a Casal de Cereixo. Nada más llegar nos encontramos con una preciosa casa de más de cien años de antigüedad, con un bonito jardín con hórreo y estanque en su parte delantera.
Cuando entramos pudimos ver que la casa está restaurada con mucho gusto, y utilizando en la decoración la artesanía local e imágenes de la zona. Nos acompañaron a la habitación y ya no salimos de allí hasta el día siguiente. La habitación que teníamos era espaciosa y muy tranquila, con baño completo y una cama grande y muy cómoda, sorprendentemente cómoda. Tras dormir y descansar toda la noche, al bajar al comedor nos esperaba un desayuno en mesa preparado y servido por Julio, el dueño de la casa: tostadas recién hechas, zumo de naranja natural, café, bizcochos caseros, fruta, yogures, queso, mermeladas…, todo abundante y delicioso, incluso nos ofreció una tortilla francesa, pero ya estábamos llenos.
Antes de marcharnos de la casa, Julio nos dio una lección magistral sobre lugares interesantes de la zona, nos encanta pararnos a escuchar a personas que aman y son grandísimos conocedores de nuestra tierra. Nos habló de enclaves por toda la zona que desconocíamos, y con una descripción de lo más detallada, nos habló de su visita a los Penedos de Pasarela e Traba admirando las formas de sus rocas, de un arquitecto amigo suyo ya fallecido y que nunca le contó el secreto de un cruceiro donde veía más figuras de las que logró ver Julio, sus teorías sobre la vida pasada en cuevas de la zona… Sin duda pasar noche en esta casa, aparte de por lo bien que está, valió la pena solo por el hecho de compartir este rato escuchando a Julio con ese entusiasmo y esa admiración por estos lugares.
A continuación, de entre todas las posibilidades que se nos abrieron por delante para visitar, decidimos poner rumbo hacia el municipio de Cabana de Bergantiños para visitar el Castro de Borneiro o Cibdá. Accediendo por una pasarela de madera llegamos a un impresionante castro, tanto por el tamaño como por la conservación del mismo. Data de alrededor del siglo III a.C. y dicen que es uno de los pocos que nunca estuvo habitado por los romanos. Cuenta con alrededor de cuarenta casas, un foso y dos murallas defensivas.
Un lugar mágico en donde podemos imaginarnos viviendo en la época de los celtas, andando encima de piedras milenarias que esconden muchas historias que nunca conoceremos, pero algo nos podremos imaginar leyendo el panel informativo que hay en la entrada. Una visita muy recomendada por la magnitud y belleza del enclave.
Como aún teníamos tiempo hasta la hora de comer, decidimos visitar otro de los enclaves que más nos atraían, por ello casi volvimos al punto de partida, y desde ahí nos dirigimos hacia el municipio de Muxía, más en concreto a la parroquia de Coucieiro, en donde, escondido entre la vegetación, nos encontramos con un paraje que no dejará indiferente a nadie: Caldeiras do Castro.
Aquí, después de descender por un camino de piedras reforzado con un pasamanos de madera que le aporta seguridad, llegamos al lugar en donde el río Castro realiza una caída de 8 metros para continuar en forma de rápidos, sobre rocas que adquieren oquedades circulares que dan nombre a este espacio natural. Aunque llegados aquí nos empezó a llover, esperamos a sacar unas cuantas fotos y a sentir la grandeza de la naturaleza rodeándonos antes de regresar al coche.
Ahora tocaba continuar nuestro recorrido siguiendo hacia abajo de la provincia, con el estómago ya rugiendo, para parar en el restaurante que habíamos seleccionado y reservado mesa. Después de discurrir por carreteras llenas de frondosa vegetación y acompañados en un último tramo por la niebla que dejaba estampas preciosas a través del cristal, llegamos a Casa de Roque.
Situado en Sarnon San Orente (Outes), nos encontramos con un restaurante enclavado en un paraje natural precioso, una edificación de piedra con un gran ventanal en su comedor situado en el piso de arriba y decorado con elementos rústicos gallegos. Nos sentamos y pronto vino el camarero a tomarnos nota, nuestra elección fue Pulpo á feira para compartir y de segundo Anna pidió el cordero entreasado Casa de Roque y yo unas chuletillas de cordero. El pulpo estaba delicioso, fresco y en su punto, y con mucho pimentón como nos gusta, sólo le faltaba un punto de sal, que al pedirle un salero al camarero muy amablemente nos trajo un cuenco con sal gruesa, y ahí ya perfecto. El cordero entreasado se deshacía de lo jugoso que estaba y las chuletillas estaban en su punto, todo buenísimo y abundante. Ya para rematar la faena pedimos de postre queso con membrillo y tarta de cítricos, los dos en raciones muy generosas y la tarta buenísima y ligera. En definitiva, comida típica en un enclave bonito, buen servicio y una relación calidad-precio de las que sorprenden.
Tras salir de la comida pusimos rumbo hacia Serra de Outes para llegar al lugar donde pasaríamos las dos noches siguientes, pero esto ya lo contaremos en la próxima entrada «Descubriendo tesoros de A Coruña (parte 2)», por el momento ya os dejamos más ideas para visitar nuestra Galicia Desconocida.
* NOTA: En próximas entradas del blog detallaremos en profundidad: restaurante Árbore da Veira, Castro de Borneiro o Cibdá y Caldeiras do Castro, con la información útil (coordenadas, accesos, dificultad, etc.).
COORDENADAS: N 43.122935 W 9.127965 (Casa rural Casal de Cereixo)
N 42º 51´ 17.9″ W 8º 54´ 11.0″ (Restaurante Casa de Roque)
ACCESO: Muy fácil
ADAPTADO: Sí.
NIÑOS: Sí
PERROS: Casal de Cereixo consultar. Casa de Roque en terraza.
Gracias Ricardo y Ana por vuestro blog, os leo siempre y me haceis descubrir lugares maravillosos, enhorabuena!
Muchísimas gracias a ti por seguirnos y por tu comentario! Ojalá consigamos eso con mucha gente que ame esta tierra como tu.