Una vez salimos del coche, cogimos un sendero que, después de unos 500 metros, nos lleva hasta la fervenza.
Aquí el río Nosiño nos sorprende formando una caída de agua de unos 6 metros y en dos brazos. El enclave, dentro de que sea recogido y no de enorme magnitud, es precioso, ya que el río discurre después de la caída entre rocas y vegetación.
También hay un detalle que, a mi modo de ver, dota esta fervenza de un halo misterioso. El agua cae con fuerza en una estrecha y profunda garganta formada por las rocas de la fervenza y a muy poca distancia una pared natural de piedra. Cuando encontramos un caudal abundante (por suerte nosotros lo vimos así) parece que detrás de la cascada hubiese una entrada a otro mundo, un tesoro desconocido… nos encantan los lugares así que dejan volar la imaginación tanto a niños como a adultos.
Se percibe un sendero que sube hacia el río antes de su caída, pero al menos cuando nosotros fuimos a visitarla, bastante impracticable y desdibujado, lo que no lo hacía sencillo al no llevar equipamiento necesario y decidimos dejarlo para otro momento.